¿Recuerdan el partido entre nuestro equipo y el Club Sport Herediano? Si les pregunto por algún detalle de ese encuentro probablemente se les venga a la mente la invasión que hubo en el terreno de juego, la invasión más inofensiva (e incluso graciosa) que he visto en el fútbol nacional.
Ya se jugaban los minutos de reposición del partido, de hecho ya estaba por terminar, ganaba el Sporting 1-0 y entraron dos niños a la cancha, en busca de jugadores nada más y nada menos que para darles un abrazo. Cuando los demás pequeños vieron que habían varios en el terreno de juego no dudaron en hacer lo mismo y saltaron también.
Al tratarse de niños, para la seguridad fue más complicado el poder controlar la situación sin embargo, al anunciar en los parlantes que el encuentro aún no había terminado, los niños y niñas volvieron a su sitio, para nuevamente invadir el campo con el pitazo final del juego.
Estamos de acuerdo en que las invasiones en los partidos no son la mejor forma de mostrar la pasión, y en que los protocolos de seguridad deben ser reforzados para evitar que esto vuelva a suceder pero, también este hecho nos deja una lección grande de cómo vivir el fútbol.
Los niños y niñas que saltaron a la cancha fueron invitados de nuestro equipo, residentes de la zona de Pavas. Cantaron el gol del Sporting porque es el equipo al cual iban a apoyar sin embargo, parte de lo que captaron las cámaras cuando ingresaron, fue a dos pequeños abrazando a jugadores contrincantes.
¿Por qué no vivir el fútbol así? De manera inofensiva, con pasión, locura, pero respetando a los rivales con nuestros cánticos, con nuestras palabras, con lo que gritamos cuando estamos desde la gradería.
Creo que los niños y las niñas son los mejores para demostrarnos como comportarnos en un estadio. La ilusión del fútbol no debe acabarse por situaciones que manchen la pelota sino más bien, debe llevarnos a buscar cada día formas de disfrutar de manera distinta y en unión, el deporte más lindo del mundo ¡Nuestro querido fútbol!
